«El viejo incendio»: El reencuentro entre dos hermanas en la Dordoña

Es el cuarto libro que sale en español de Elisa Shua Dusapin, autora francesa con ascendencia coreana

Empecé a leer El viejo incendio sin ninguna pretensión. Los anteriores libros que he leído de esta misma autora (Un invierno en Sokcho o El salón de Pachinko) siempre me habían dejado una sensación difícil de catalogar: con un regusto agridulce, suave y etéreo, mezclado con la sensación de necesitar algo más contundente. Pero más tarde te das cuenta de que quieres más.

La prosa de Dusapin es breve, afilada, y llena de significado.

Esto no cambia en El viejo incendio: lo que varía es la forma de cómo abordo yo este libro: y lo hago disfrutando de su estilo, que es tan versátil como el agua. Con frases cortas que dan la sensación de velocidad, la autora nos sitúa en un coche de camino a una casa en la Dordoña.

Agathe vuelve a casa después de quince años.

Cuando se marchó a Estados Unidos era solo una adolescente. Dejó atrás a su hermana Vèra, que sufre de afasia, lo que le impide hablar y comunicarse con el resto de personas.

El viejo incendio
Traducido por Andrea Daga

Agathe vuelve porque no tiene más remedio: han acordado la venta de la casa y tienen una semana para vaciarla. Después, lo único que quedarán serán las piedras, que se utilizarán para la reconstrucción del viejo palomar.

Acompañamos a Agathe durante esa semana, esos días en los que no sabe cómo actuar con su hermana, cómo enfrentarse a la pregunta que quedó en el aire: ¿por qué se fue? ¿por qué no mantuvieron el contacto?

Siento que la soledad de la protagonista es casi algo característico de los libros de Dusapin, así como la necesidad de conectar con alguien cuando una está en medio de esa tormenta eterna que es estar consigo misma, envolviéndote con una capa de culpa. 

Vèra no es aquella niña de trece años de la que se despidió: ahora tiene veintiocho años y es totalmente autónoma. Pasó su vida acompañando y cuidando al padre de ambas, y aunque Agathe se pregunta cómo se comunicaban entre ellos, no es capaz de verbalizarlo: aún le duele la vida que tuvieron sin ella, aunque nadie tuvo la culpa de eso.

Repasa la vida que ha llevado a kilómetros de ahí. Narra cómo Irvin y la idea de ser madre se cruzan en su vida. De cómo estuvo a punto de rechazar la idea de volver a la casa de su infancia por miedo a que todos aquellos pensamientos —fáciles de ignorar por la distancia— se desataran en cuanto pusiera un pie en la Dordoña.

Ni Agathe ni Vèra son niñas. Dejaron de serlo hace mucho tiempo. No están obligadas a ser amigas: son hermanas y con eso es suficiente. Agathe se sorprende al saber que Vèra tiene amigos, que quisiera tener más tiempo con ellos. ¿Dónde quedó aquella niña que asustaba con sus chillidos y a la que siempre tuvo que proteger? ¿Qué actos callamos sencillamente por proteger a quien más queremos?

Dusapin es maravillosa creando atmósferas llenas de bruma y de melancolía. Con solo unos pocos personajes, es capaz de construir una historia corta, llena de calidez y amor entre hermanas. Y aunque reconozco que Agathe me cayó mal al principio, siempre tan independiente, y segura de que sabe todo lo relativo a la casa en la que vivió, poco a poco vemos cómo en realidad sus palabras están cubiertas por una coraza de miedo e inseguridad.

No sé si llega a vencer esa soledad que la rodea, pero desde luego, a mí me deja un sabor dulce de amor fraternal que, como hija única, nunca viviré.


 

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Ficha técnica

El viejo incendio, de Elisa Shua Dusapin

Traducido por Andrea Daga
📗 Automática (2024)

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