«Las ballenas de 52 hercios»: un canto a la soledad

 
 

En el fondo del Océano Pacífico habita la ballena más solitaria del mundo.

Es una ballena cuyo canto tiene una frecuencia de 52 hercios, algo nunca oído y que hace de este especimen un ejemplar único, pero sin una voz que pueda llegar al resto ballenas, que se comunican en una frecuencia de entre 10 y 40 hercios.

Sonoko Machida utiliza la historia de este majestuoso animal como elemento central de su novela y nos regala un relato de dos personas que son como esta ballena: solitarias, sin nadie que les escuche, emitiendo su triste lamento y a la espera que alguien escuche su canto.

Kiko es una joven que va a vivir a un pequeño pueblo en el que no hay más que personas que no paran de cotillear. Entre ellas conoce a un niño, al que su madre le llama Bicho, y en el que se ve a sí misma, a su yo del pasado: una niña, una adolescente, una joven que desea el amor de su madre, pero que a cambio obtiene dolor en forma de palabras y golpes.

Tal vez porque sus llantos están en la misma frecuencia, son capaces de encontrarse y de comunicarse, de crear un espacio propio de seguridad en el que nadie más puede entrar, y en el que nadie puede hacerles daño nunca más.

Las ballenas de 52 hercios es una historia repleta de dolor. El tipo de dolor que un niño no debería llegar a sentirnunca: el dolor por el abandono, por el maltrato, por el desamparo.

Ficha técnica:

Las ballenas de 52 hercios, de Sonoko Machida
Traducido por
Makiko Sese y Daniel Villa y editado por Hermida

La autora tiene una prosa bellísima, que nos llega con una traducción a la altura, capaz de arrancarnos lágrimas de angustia, pero también de ternura.

En este relato, la soledad es tan protagonista como el encuentro: un encuentro tan casual como afortunado y mucho más singular que la propia casualidad romántica entre una pareja.

Sonoko Machida detiene el tiempo para hacernos pensar si en nuestra realidad estamos prestando atención a las señales de nuestro alrededor: nos empuja a buscar y a encontrar a aquellas personas que necesita nuestra ayuda, e ilumina el camino si somos nosotras las que necesitamos esa mano amiga. Deseo que, si alguna vez te sientes así, seamos capaces de escucharte.

 
 
 
 
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