«Si no podemos viajar a la velocidad de la luz»: píldoras de ciencia-ficción cálida y humana

 
 

No soy lectora asidua de ciencia-ficción.

Cuando pienso en la ciencia ficción imagino el color azul y un montón de estrellas. Es algo frío, lleno de tubos de ensayo, cables y términos muy largos.

Seamos claras: este libro tiene de eso.

Pero en su justa medida.

Porque he descubierto que los relatos de Kim Cho-yeop tienen el punto justo de ciencia ficción. Asombroso.

Es la ciencia ficción que me gusta. Algunos lo calificarían como ciencia-ficción blanda. Y no me importa, porque es un género que a mí me encanta. Esa ciencia-ficción en la que el protagonismo lo siguen teniendo las personas. Contemplamos mundos con problemas científicos ya resueltos pero que plantean dilemas éticos: mundos donde se puede viajar entre planetas, donde los biohackers hacen negocio diseñando embriones, o donde se dan los primeros encuentros con extraterrestres.

Imbuidos en una calidez y emotividad humana, los elementos de ciencia-ficción se diluyen en el ambiente. No es la fría ciencia, laboratorios y naves espaciales, quienes captan nuestra atención, sino las consecuencias de las nuevas tecnologías en la sociedad. Son el clasismo, la maternidad, el legado tras la muerte, la expectación ante la espera, o las propias emociones humanas quienes rigen estos relatos.

Un libro que me ha hecho pensar y sobre todo, ver la necesidad de una bioética, de unos límites claros en cuanto a la ciencia. Límites que ya se debaten pero que deben ir cuestionándose a medida que la ciencia se expande y aparecen nuevos descubrimientos.

Ficha técnica:

Si no podemos viajar a la velocidad de la luz
de Kim Cho-yeop
🙎🏻‍♀️ Traducido por
Joo Hasun
📗 Editado por Temas de Hoy

¿Qué hay detrás del llanto de un bebé? ¿Qué derechos y obligaciones debería tener una persona criogenizada? ¿Hasta qué punto hay alma en los recuerdos transferidos de una persona que ha fallecido? ¿Qué relación hay entre los biohackers y el clasismo?

La autora tiene un don: sabe presentarnos una imagen muy nítida de esos mundos, y los dibuja en nuestra mente. Nos hace parte de ellos, como si perteneciéramos a esos universos y los problemas fueran los nuestros. Más allá de guerras o batallas espaciales, lo que he encontrado en los relatos de Kim ha sido, sobre todo, humanidad.

¿De qué van los relatos?

«Si no podemos viajar a la velocidad de la luz»: una anciana lleva esperando durante mucho tiempo en la estación espacial a que salga una nave espacial para Slenfonia, y reunirse por fin con su marido y su hijo. Cuando se menciona el título del libro en el relato, me han dado escalofríos.

«¿Por qué no regresan los peregrinos?» Con un formato epistolar, Daisy escribe a Sofi sobre sus últimos descubrimientos sobre la Peregrinación al Origen, un rito de paso por el que pasan los jóvenes al cumplir 18 años. Un relato sobre biohackers, clasismo y emociones.

«Espectro»: narra el primer encuentro entre un terrícola y un extraterrestre. Se podría decir que este relato es el que menos me ha gustado, me da cierta ternura por los extraterrestres.

«La materialidad de las emociones»: una empresa de papelería empieza a vender productos que proporcionan emociones: Fuente de melancolía, jabón de serenidad, fuente de odio, jabón de confort. Un periodista de una revista, que no se cree que estas cosas tengan efecto, se pregunta: ¿por qué alguien querría comprar productos de emociones negativas?

«Sobre mi heroína espacial»: una joven postula para un puesto de astronauta. Desde que era una niña, su modelo a seguir fue su tía, una de las primeras personas que estuvieron a punto de cruzar el túnel al otro lado del espacio. Ahora la joven podría ser precisamente la primera, pero la verdad sobre el anterior intento sale a la luz y tiene que pensar sus decisiones.

«Ilocalizable»: las bibliotecas ya no albergan libros, sino las mentes de personas ya fallecidas. Pero ¿qué ocurre cuando vas en busca de la mente de tu madre y ha desaparecido? El desasosiego y por la pérdida de una persona se mezclan, volviendo a ese estado primitivo de superar el duelo de una forma natural.

«La hipótesis de la simbiosis»: Lyudmila es una pintora cuyos paisajes hacen llorar a los presenten, produciéndoles una sensación de nostalgia irrefrenable. Mientras tanto, estudios en el cerebro del bebé que intentan descifrar los llantos dan un increíble resultado que podría estar muy relacionado con las pinturas de Lyudmila.

De entre todos, el que más me ha gustado ha sido probablemente el último, por su mezcla de teorías y la ternura que produce. En todos los relatos, las teorías que mueven son hilarantes, y aparentemente sin sentido. Pero su forma de contarlo, de establecerte en un lugar sin contexto y adquirirlo de forma natural… Me ha maravillado.

 
 
 
 
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